Misma vida

Y dijo Diógenes:
- La vida que veis a vuestro derredor es la misma desde el origen de los tiempos. Si antes fue árbol, ahora es semilla, o abono para las habas, o banquete de la carcoma. La carcoma, en el buche del verderón y de éste, por sus heces, llega la mosca al tiempo de ser devorada por la lagartija. La lagartija entró en el mochuelo que el otro día me comí con arroz, y de aquí a poco, seré pasto de las larvas y los jaramagos, y así, para siempre. Sea animal o vegetal, colosal o microbio, benigno o patógeno... la vida es la misma. ¿Qué teméis entonces?.

Seguir soñando

En el funeral de una anciana muy querida en el barrio, Diógenes hablaba con una joven.
- No es común ver a gente joven en los funerales, salvo los descendientes, claro - dijo Diógenes sabiendo que la muchacha era amiga de la vieja.
- Ya, supongo que no tendremos la misma percepción de la muerte a los cincuenta.
- Algunos viejos van sólo por el hecho de poder ir, como celebrando que no es en su memoria la libación del vino.
- ¿Y tú, Diógenes, qué crees que hay después de la muerte? - pregunta la chica ante el descreimiento de Diógenes en las fantasías de las religiones.
- No lo sé, lo más parecido a estar muerto es estar durmiendo, me gustaría creer que después de morir podré seguir soñando.

Sin título

Es necesario saber distinguir entre los locos excelsos y los colgaos de toda la vida.

A pie de calle

Unos hablan sólo a los micrófonos; Otros, a la gente.
¿Tú a quién elegirías?

El perro ha muerto

Estaba Diógenes tomando el fresco bajo la higuera, por la época en la que mantenemos el sayo pero empieza a hacer calor y los matojos parecen agostarse. Pasaba por allí un magistrado, de los más tontos que en los últimos años había nombrado la Asamblea.

- Buenas tardes ya, amigo filósofo.

- Ni es buena la tarde ni soy filósofo cuando a mi interlocutor le cuesta entenderme por falta de entendederas – le responde sin mirar y con acrimonia.

- ¡Vaya! Te noto un poco afligido ¿qué te ocurre? Bien sabes Diógenes que de tu bienestar depende en parte el bienestar de la ciudad.

- El perro ha muerto, no puedes ayudarme.

- Lo siento, si fuera un pariente podría ayudarte con los gastos del funeral, como es perro podrás consolarte con la manada que siempre te acompaña.

- No era un perro cualquiera, era el blanco de pelo lacio, mi gran amigo desde hace más de quince años, cómete tu dinero a la inversa.

- ¿Qué has hecho con el cadáver?

- Tengo un plan para comérmelo.

- Siempre con tus bromas –dice el magistrado con incredulidad.

- No es broma, ¡estúpido! – responde Diógenes haciendo el amago de irse.

- ¿Estás loco? ¿Cómo vas a comerte a tu perro? Darás más que hablar y no te lo van a perdonar en esta polis provinciana.

- Lo de dar que hablar me la sopla, lo de perdonar también mientras no me obliguéis a ser como vosotros. ¿No pone en ninguna de vuestras leyes que las funciones y elección del magistrado es incompatible con la estulticia sin acreditar?–con ironía.

- Mira que no es la primera vez que te destierran.

- ¡Cómo voy a comerme a mi perro! ¿Me crees de vuestra ralea?

- ¿Entonces?... –interpela el magistrado con renovado interés.

- ¿Ves ese arroyo que viene de la dehesa por cima de la ciudad? Pues para mi perro y para mí es el Aqueronte, ayer adopté el papel de Caronte y lo enterré bajo un madroño que planté tiempo atrás. Así de simple es mi plan –sentencia Diógenes con media sonrisilla.

- ¿Y? ¿Dónde está el banquete?

- ¡En tu cama con tu esposa! – insultante y cabreado por tener que explicarlo todo.

- No faltes que te arresto, aunque digas verdad – dice el magistrado en tono policial.

- Si es verdad no es faltar, es iluminar –con aire filosófico. El banquete y la borrachera será el próximo otoño, será cuando ingiera a mi perro transmutado en ricos madroños. ¿Te suenan los términos energía y vida? Pues su hálito de vida formará parte de mi vida, así funciona el cosmos, pero dudo que llegues a entenderlo.

¿Sabes algo de filosofía oriental?

De buena mañana

Ahora empiezan las soleadas mañanas por las que te alegras haber madrugado. En los callejones de la vieja ciudad la sombra es fresca y los aromas verdes. Con esta luz, si eres sensible a la vitalidad, resulta casi imposible atribularse más de lo necesario. La frescura de la noche resiste hasta bien entrada la mañana, el sol pica, las flores en los balcones y el rico olor de otros desayunos. Café, tostada y prensa.

Palabras volanderas

Hay palabras que viajan más que el baúl de la Piquer (como esta frase hecha). Pasan de boca a oído como una onda más, una onda cualquiera de tantas que nos rodean. Pero la onda de las palabras resuena en los cerebros, se atrinchera en el mundo de las ideas y hasta modifica la conducta del portador. En pocos días una buena onda puede recorrer un país entero, ahora con la red, el mundo. A veces ni conocemos el verdadero sentido de la palabra pero suena bien y a la menor oportunidad, la colocamos en nuestro discurso. Se propagan como la pólvora y no sólo funcionan con el sonido, también con la letra impresa y en las pantallas. Lo malo es que es imposible hacerles un seguimiento, colgarles un transmisor con GPS y seguir su recorrido. Muchas de estas palabras viajeras llevan dando vueltas miles de años, por ejemplo “mamá”, resonando en cada rincón, pasando de un individuo a otro sin importar su ralea. Cuando llegan, muchas son imperativas y dominantes, a los pocos minutos de haberlas escuchado las intercalas en la siguiente oración. Otras, más sutiles, vienen sin hacer ruido pero se quedan mucho tiempo, a veces toda la vida en forma de muletilla. Las últimas ondas viajeras que me han llegado son: reactor, petróleo, tejuelo, prestamista, nuclear, apocalíptico, radiactividad, ipad, litio, portabilidad, triplete, derbi, corrupción, neocon, crisis, desasosiego y humanidad. Esta última aún no he conseguido colocarla en mis frases.

La vida ígnea

Si ves mi mirada de fuego, es porque el incendio va por dentro. Si percibes el rojo junto a mis pupilas, es porque en mi interior fluye el magma, lava como sangre. Y quema, porque me compongo de rescoldos del universo. Ahora lo sé.

Cinco aforismos y un epitafio

El viejo tiene sus manías, cuando ve una fuente de agua, se para y bebe.

Fascinantes palabras: Salud y saludar. Lo primordial para el que está vivo, y se puede salud dar.

Hay un nihilista dentro de todos, a poco que escarbes te encuentras con el monstruo.

Después de la tormenta ningún paisaje es el mismo.

Cuando llegue el asteroide que da y quita la vida, se esfumará tu cuerpo celeste, de una especie extinguida, y sólo seremos vida, otra forma de vida.

Epitafio: Anúnciese aquí.